
Se trata de Rebeca, la conocida obra de Daphne du Maurier sobre la que llovieron acusaciones de plagio al poco de publicarse, achacándole a la autora que había plagiado Jane Eyre de Charlotte Brönte. Para los que hayan leído esta novela o bien hayan visto las películas que se han filmado con diferentes títulos, el primero de todos Alma rebelde, no habrán olvidado que se trata de la historia de una huérfana que metida a institutriz enamora al dueño de la mansión en donde presta sus servicios, quien contrae matrimonio con ella, para descubrirse en la boda que su primera mujer vive y está loca encerrada en unas habitaciones secretas de la misma casa. Jane se va y un día la perturbada incendia la mansión y muere, aunque finalmente todo se resuelva bien para los protagonistas.

Según se podrá apreciar, de plagio nada porque las dos historias son muy diferentes, sugiero una lectura comparativa, y sus puntos de conexión no desmontan una novela para escribir otra. Bien que hay una huérfana que trabaja de asalariada, bien que hay un incendio, pero ahí se acaban los parecidos, porque el ama de llaves, personaje fundamental, no existe en Jane Eyre como se nos presenta en Rebeca ni ésta fue una demente. Y en cuanto a Manderley, la mansión tiene un protagonismo del que carece por completo la casona de Rochester.
Yo supongo que Daphne du Maurier se inspiró libremente en la novela de Charlotte Brönte, y escribió su propia obra, pero de eso a ser plagio media un abismo.
Otra novela que quiero comentar como segundo ejemplo es El cuento número trece, que podría llamarse homenaje a la literatura gótica inspirado en muchos e ilustres ejemplos, novela que sale de varias novelas pero a la que en ningún momento se puede acusar de ser un plagio sino una perfecta lección de saber escribir magistralmente recorriendo antiguos senderos; Jane Eyre y Cumbres Borrascosas reviven en ella, así como obras de Wilkie Collins y Jane Austen, y nadie puede demandar por plagio a Diane Setterfield, su autora, porque la novela es por completo diferente en su línea argumental, respecto de las otras, sólo una concesión, el apellido Winter "cedido" al personaje central, en clara evidencia de cumplido.
El cuento número trece es una historia que recomiendo vivamente a cuantos gusten del género antes mencionado y si son lectores de los novelistas acabados de citar, comprobarán que lo que digo respecto a inspirarse es en la presente novela una realidad estimulante y concreta.
Como último ejemplo, existir existen muchos más pero por razones de espacio no puedo ponerlos todos, quiero hablar de una novela de reciente aparición en nuestro mercado, se trata de El discreto encanto de la vida conyugal, novela de Douglas Kennedy, que inspirándose muy libremente en Madame Bovary de Flaubert, nos presenta el mismo tema, la insatisfacción de la mujer casada una vez llevado a cabo un matrimonio de rutina y el subsiguiente adulterio, desde una perspectiva por completo distinta y apasionante.
Estas tres novelas son claro exponente de lo que es inspirarse en obras ajenas sin cometer ningún tipo de plagio.