domingo, 11 de noviembre de 2007

Una anécdota sorprendente

Sí, una anécdota de las que ya no se estilan actualmente y que puedo contar en primera persona porque yo soy una de las protagonistas, la segunda es mi primera novela El otro jardín escrita hace muchos años y auto publicada también mucho tiempo después; actualmente se halla descatalogada y a mí me quedan unos pocos ejemplares que amarillean y cuya cubierta plastificada se suelta por varios sitios. El tercer protagonista de la historia es un lector, el perfecto lector desconocido del que el autor nada sabe hasta que un día aparece en tu vida, en este caso, mandan los tiempos, vía e-mail.

Hace poco más o menos un mes recibí por correo electrónico una inesperada petición, el Lector Desconocido acababa de dar señales de vida: hacía 25 años, cuando el tenía 18, visitando la sección de librería de unos grandes almacenes, vio el lomo de un libro sobresaliendo tímidamente entre otros muchos, le llamó la atención y lo sacó, ojeó la cubierta, le gustó, leyó la contraportada y aquella novela atrajo su interés, obviamente fue adquirida, y aquí viene la otra parte de la historia que conforma esta anécdota.

Veinticinco años más tarde, el Lector Desconocido se cambia de piso y en la mudanza, mi libro El otro jardín, se pierde. Él lo había conservado en su biblioteca durante todo ese tiempo, lo que ya es significativo de cara a un escritor, y al comprobar su falta, buscó en Internet hasta dar con la autora poniéndose en contacto conmigo para solicitarme se la enviase –y hemos de tener bien presente que nunca he colgado en mi página web la novela en cuestión.

Lo increíble de esta pequeña historia, que en sí misma parece un relato de ficción, es la fidelidad del lector a la obra a través y a pesar de los años transcurridos, fidelidad que le empuja a su búsqueda por la red hasta encontrar una referencia que le conduce a quien la escribiera, entonces el Lector Desconocido deja de serlo y los dos extremos coinciden.

Por supuesto le he enviado El otro jardín, que pese a su título no se trata de una novelita rosa, ni de un cuento de hadas, sino de una novela que pudiéramos denominar psicológica y apta sólo para mayores.

Esto ha sido todo, un lector contento de volver a recuperar la novela perdida y una autora maravillada de que incluso hoy en día puedan tener lugar anécdotas semejantes.

Entradas populares