miércoles, 25 de julio de 2007

Harry Potter: El desenlace

Por fin el secreto que se intentó proteger celosamente ya es de dominio público: Harry Potter no muere en su combate contra las fuerzas del mal. Como es lógico, yo no he leído el último libro de la saga pero sí las noticias que giran a su alrededor, y así sé, creo que más o menos como todo el mundo, que el libro tiene un epílogo, cosa con la que no contaban los fans de la serie, que demuestra la inteligencia de J.K. Rowling; cuando todos sus lectores se desgarraban las vestiduras imaginando finales irreversibles, despedidas sin vuelta de hoja, esto último suena muy literal, hete aquí que Joanne Katherine nos da una lección de buen pulso novelístico al sacarse de la manga un epílogo con el que parece dar a entender que el carpetazo es definitivo; los tres principales protagonistas, Harry, Hermione y Ron, aparecen casi veinte años más viejos, casado Harry con Ginny, y también Hermione y Ron, todos a su vez padres de familia. La niñez quedó atrás y como la Wendy de Peter Pan, nuestros héroes crecieron, sin embargo, última esperanza que les queda a sus incontables seguidores, entre ese séptimo libro y veinte años después... ¿quién sabe?, tal vez, quizá, puede ser... ¿Por qué no?, igual ocurran más aventuras, si no de ellos, de su descendencia, y así no se rompe la mágica promesa que cierra el ciclo, ¿un primer ciclo?, con el libro número 7.

Hay que felicitar a la autora y a sus editores por el éxito obtenido, por haber logrado que los niños lean y ejerciten con ello la imaginación, y que los mayores, a nuestra vez, hayamos podido regresar al mundo infantil leyendo de hurtadillas la saga, cuando no declaradamente bajo la excusa de comprobar “su grado de peligrosidad para la santa infancia”. Ojalá todas las peligrosidades que acechan el día a día normal y corriente fuesen escobas voladoras con brujo/a incorporado, dragones desfasados y magos de gorros puntiagudos que esgrimen mágicas varitas, ojalá el malo sempiterno fuese siempre lord Voldemort porque siempre habría un Harry Potter para luchar contra él, y ojalá viviéramos siempre en un mundo de sueños y no de tristes realidades, guerras, terrorismo, catástrofes medioambientales, pobreza, hambrunas, epidemias, sin posibilidad de solución las más de las veces.

Harry ha concluido ¡viva Harry!... y la herencia encantada que nos deja. Y tan encantada; su salida al mercado a partir de la media noche del 21 de julio, hito para la historia de la literatura infantil, se ha convertido en el mayor de los récords de ventas sin posibilidad de que lo comparemos a cualquier otro, ya que de Harry Potter and the Deathly Hallows, en los Estados Unidos se han llegado a vender 5.000 libros al minuto, tal como suena, claro que el esfuerzo publicitario hecho valía la pena, lo que tendría que hacer pensar a nuestras editoriales que a veces es necesario sembrar para recoger, o sea, rascarse el bolsillo en invertir mucho para ser super ventas de éxito; en este país tenemos estupendos escritores de cuentos infantiles que si tuvieran la promoción que se merecen venderían más de lo que ahora consiguen a trancas y barrancas -encima jaleados como super ventas-, y que verían sus obras traducidas a todos los idiomas, porque en España hay muy buenos autores, lo que sucede, y es un mal nacional, es que siempre lo de fuera hace más gracia que lo de dentro, cuando en el extranjero pasa todo lo contrario.

Estoy completamente segura de que si Joanne Katherine se hubiera llamado Juana Catalina, aún estaría por editarse su primer libro.

jueves, 12 de julio de 2007

La traductora de SALAMMBÓ

Yo tengo un libro que es una joya, sí, tal como suena, una de esas joyas polvorientas en el sentido literal de la palabra porque el polvo se incrustó hace tiempo en sus cubiertas, viejas portada y contraportada azules de esquinas raídas, sus páginas amarillean y abundan en ellas las pequeñas manchas de humedad color ferruginoso. Si abres el libro y las hueles no te saluda ese frío olor a tinta y papel modernos tan impersonal, sino otro muy diferente, y también muy antiecológico, por qué negarlo, de bosques que se fueron para no volver, es un aroma mágico que te hace soñar y al mismo tiempo es causa de que te remuerda la conciencia.

El libro, en concreto Salammbó de Gustavo Flaubert, se publico en París, traducido al castellano para la Casa Editorial Garnier Hermanos, sita en el núm. 6 de la rue des Saints-Pères, supongo que en el año 1895 o 1896, en todo caso siempre a finales del siglo XIX, siendo su traductora la señora María Genoveva Laude de Dutremblay, exclusiva protagonista de esta historia, en la que todos los nombres propios en francés se versionaron al castellano y así los he respetado.

María Genoveva falleció tras una súbita y rápida enfermedad el 8 de septiembre de 1894, a los dos años de haberse casado con el joven doctor Dutremblay, y como nació el 9 de octubre de 1869, podemos comprobar que murió en plena juventud, ahora bien el motivo por el cual hoy la traigo aquí, es porque en ella concurren unas circunstancias por completo inusuales para su época.

María era una señorita de familia pequeño burguesa a quien, llevada de sus tendencias literarias, le dio por estudiar idiomas, y los estudió en casa por medio de institutrices como entonces se estilaba. Así aprendió el inglés, el italiano, el alemán y finalmente el castellano, este último concretamente porque se hizo amiga de una muchacha argentina, Emilia Girondo, y para sorprenderla lo aprendió, luego, y en el último año de su vida, se dedicó a traducir Salammbó de Flaubert, y supongo que de haber vivido se hubiese dedicado al oficio de traductora, no porque lo necesitase económicamente sino por placer, o mejor dicho como reivindicación, pues sin ser feminista no me cabe duda de que María hubiese llegado a convertirse en una de las pioneras de ese movimiento ya que todo en ella parecía apuntar en tal dirección, pero no pudo al morir prematuramente; quizá hubiera llegado a ser una gran escritora, le gustaba la literatura y poseía sensibilidad y cultura, quizá al estallar la Gran Guerra Europea hubiese trabajando como enfermera ayudante de su marido, bien en el frente bien en la retaguardia, quizá... ¿Quién puede saber lo que habría llegado a hacer María de haber tenido toda una vida a su disposición? Posiblemente hoy se la mencionaría como una de las primeras mujeres traductoras ejemplo de tenacidad y decisión, y tal vez por eso mismo su vida personal pudo haber conocido cambios importantes, ¿una separación civilizada o sea, cada uno por su lado pero discretamente, un divorcio, una existencia distinta, rompedora..., escandalosa a lo George Sand?... No lo podremos saber nunca, y así María Genoveva Laude de Dutremblay, no pasará de ser otra cosa que una promesa truncada, como tantos que se han ido en plena juventud dejándonos la incógnita de un futuro que jamás vivieron.

Y para más inri, su lugar en el mundillo literario es sumamente minúsculo, una novela de Flaubert traducida al castellano que, además, se da la circunstancia curiosa que escribiese con muchas prisas como si intuyera que sus días se acababan; en realidad fue su primera y única obra, y como toda obra en papel impreso, le ha sobrevivido aunque de una manera tan anónima como lo fue su propia existencia, sin embargo ahí está, en mi librería e imagino que en algunas otras a cuyos dueños les dé, igual que a mí, por conservar libros antiguos y raros con alguna particularidad especial.

Lo único que no deja de llamarme la atención en toda esta historia, es que María eligiese una novela tan salvaje como Salammbó, escrito así el nombre en su traducción tal cual lo pusiera originalmente su autor, una obra de sexo y violencia en la que la brutalidad y la barbarie se retratan casi con voluptuosidad, y no acabo de entender el por qué de semejante elección que me hace pensar muchas más cosas de lo que sería aconsejable simplemente por respeto a la desaparecida, a quien su marido describía con estas palabras en su dedicatoria del libro a la Reina Regente de España María Cristina: El recuerdo de la más buena de las esposas...


Y a su vez J. Roy, profesor de la Escuela de Cartas y Estudios Superiores, en su introducción a la novela:

Honor grande prometía ser para las letras la joven y ya distinguida autora de la presente traducción. Pero enfermedad tan implacable como imprevista arrebató cuantas risueñas esperanzas hiciera concebir a los que hablando de ellas, encuentran perpetuo consuelo y de continuo tejen con su cariño corona de eternos recuerdos.


Añadiendo más adelante:

A la traducción de esta novela consagró el año que debía ser el último de su vida. Como si tuviera presentimiento de su brevedad, puso en esta tarea su vigor, su corazón, su espíritu todo, sacrificando distracciones y placeres (...) Invisible para los indiferentes y entregada por entero a sus deberes y a sus sueños de gloria, cifrados en este trabajo, con el cual quería extender la fama de su nombre.


Muy triste, ¿no?

Sin embargo recordemos una cosa: en su corta existencia María reivindicó con su esfuerzo y dedicación, a través de la novela traducida, los derechos de la mujer -derechos que un siglo antes ya tuvieron en Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft a sus primeras representantes-, de esa mujer que después ha podido estudiar en las universidades labrándose un porvenir independiente, o que al menos en muchos casos lo intenta, por ello, y como homenaje a su empeño en una época entonces crucial para nosotras, quiero cerrar el presente artículo con varios fragmentos de su Salammbó, respetando una acentuación y alguna que otra palabra ya caídas en desuso:

CAP. I
EL FESTÍN
En Megara, barrio de Cartago, y en los jardines de Hamilcar desarróllase la escena.
Los soldados, que habían servido bajo sus órdenes en Sicilia, celebran en gran festín el aniversario de la batalla de Erice, dándoles la ausencia de su dueño absoluta libertad para entregarse á la comida y á la bebida, como lo hacían en gran número.

CAP.VI
HANNON
Apenas si los soldados, en el desorden de lo imprevisto, tenían armas. El terror los paralizó y quedaron indecisos. Ya desde lo alto de las torres les lanzaban dardos, flechas, faláricas, pedazos de plomo; cuando algunos, para subir, se agarraban a las franjas de los caparazones, les cortaban las manos y caían de espaldas sobre los levantados aceros. Las picas demasiado débiles se rompían; los elefantes pasaban entre las falanges como jabalíes entre matorrales: arrancaron las estacas del campamento con sus trompas, lo atravesaron de un extremo á otro, derribando las tiendas con los pechos, y los enemigos huyeron, escondiéndose en las colinas, que cercaban el valle por donde los Cartagineses habían venido.


CAP. XI
EN LA TIENDA
Salammbó quieta, con la cabeza baja y las manos cruzadas, lo contemplaba. En la cabecera del lecho, sobre una mesa de ciprés, había un puñal, y ante la luciente hoja sintió un deseo sanguinario. Los lamentos, que se oían a lo lejos en la sombra, la invitaban como un coro de Genios; se aproximo, asió el hierro por el mango; pero, al roce del vestido, Matho entreabrió los ojos, acercó los labios a la mano de Salammbó y el puñal cayó.

miércoles, 4 de julio de 2007

Lo que NO debes hacer si deseas publicar un libro

Lo primero que no debes hacer es continuar arrastrando el síndrome de Caperucita Roja en la jungla editorial, es decir, abandonar toda ingenuidad al suponer que enviando tus originales a cualquier editorial ya está la cosa resuelta, porque no funciona así.

Ten presente que:

Las editoriales no suelen pedir a los desconocidos sus originales, por lo tanto, cuando se les envían ni los leen. Muchas de ellas ni tan siquiera los devuelven como no se les ruegue incluyendo sobre y sellos.
Pero lo más importante es que al no leerlos, todo el esfuerzo, preparar, ir a correos, luego esperar, suele ser en vano y, sobre todo, un matadero de esperanzas.

Otro tanto sucede con los concursos literarios, y no es necesario que se te diga que sólo los ganan nombres conocidos, tu mismo puedes comprobarlo a cada nuevo fallo de certamen. Enviar un original a un concurso es perder también el tiempo, las ilusiones, y quedar amargado por una buena temporada. Ahora bien, puedes dar con pequeños concursos que se estrenan y tal vez ahí tengas suerte porque cuantos concurren no son nombres conocidos.

Respecto a los agentes literarios, que asimismo existen en España, el trato con ellos es difícil y laborioso, porque, igual que las grandes editoriales, sólo escogen a escritores famosos, lo que significa venta segura; aquí es muy difícil encontrar al agente literario que lleve los asuntos de un desconocido, tampoco te hacen ni caso, simplemente te ignoran.

Entonces, te preguntarás, ¿qué es lo que debo hacer si quiero publicar, que me editen?; la respuesta no es fácil ni el procedimiento sencillo, y aquí vuelve a intervenir la paciencia puesta a prueba una vez más.

Yo te aconsejaría, por muy cínico que suene, que te busques padrinos, influencias, o amigos, de amigos de amigos de... De lo contrario corres el riesgo de quedar inédito para siempre. Aunque la solución intermedia podría consistir en entrar en una gran editorial como simple oficinista, chico de los recados, mozo de almacén, y no ironizo, o haber estudiado periodismo y empezar por ahí: un periodista tiene muchas más facilidades para editar gracias al medio en el que se desenvuelve. Establece contactos y los contactos son básicos a la hora de publicar, eso o los milagros, que ya no se dan.

La tercera opción la tenemos en recurrir a la imprentas digitales, que las hay muy buenas y de precios asequibles, y embarcarse en la empresa de convertirse en editor, pequeño editor, se entiende, costumbre que se va abriendo paso lentamente en nuestro país. Puede hacerse pero fallan muchas infraestructuras, la principal es la promoción de los libros, porque eso cuesta carísimo, me refiero a los anuncios, prensa, radio, tele, y entonces hay que recurrir a lo que se tiene más a mano como pueda ser Internet, rápido y barato, o, por lo menos, al alcance de quien disponga de un ordenador.

Sé de algunos escritores que comienzan a afirmarse en el mundillo literario español porque se publicaron sus libros y luego, valientemente, fueron a venderlos por las calles o llamando a las puertas, incluso de pueblo en pueblo, hubo quien vendió su libro por un plato de comida; y este singular vía crucis se vio premiado con que al gustar la novela empezando a ser comentada, grandes editoriales los detectaron contratándoles. Increíble pero cierto, aunque yo diría mejor, muy triste pero cierto.

Otro de los cantos de sirena de los que debes huir es de esos editores que te ofrecen publicar tu obra en coedición, lo que significa que tú pagarás una parte y ellos otra. No te dejes engañar; tú pagarás toda la edición sin haberte dado cuenta, no te harán ninguna promoción y al final te quedarás con algunos libros “regalados” graciosamente por el editor, eso sí, tendrás la satisfacción de haber visto tu obra en papel cosa que te llenará de una momentánea felicidad, pero nada más.

En cuanto a los libreros, que cobran normalmente el 30% por venta de libro, algunos te expondrán en el escaparate o en sitios visibles de su comercio, pero habrá otros a los que tendrás que aumentar su porcentaje si pretendes que hagan lo mismo, de lo contrario vas a tener que buscarlos con lupa por las estanterías. Bueno es saberlo, ¿no crees?

Una cosa que te recomiendo, es que cuando te decidas a enviar al mundo tu obra, sea por el procedimiento que sea, antes, la hayas registrado cuidadosamente en el Registro de la Propiedad Intelectual, así, si se diera el caso de un hipotético plagio, que puede darse por raro que parezca pues basta con difundirla inocentemente por Internet sin haber tenido esta precaución, al menos te quedará el derecho a la protesta legal.

¡Ah!, olvidaba lo más importante, si la opción que elijas te da resultado y tu libro se convierte en un best seller, corre a ponerle una vela a santa Rita, porque ¡lo habrás conseguido!

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